Tras
recobrar el conocimiento, dejé parte de mi cazadora pegada al asfalto al
intentar incorporarme.
Apoyado sobre un codo, pude ver a mis pies mi
fabuloso casco adornado con los colores confederados y unos quince metros más adelante, con las
ruedas mirando al cielo, lo que quedaba de mi Bonneville. Debió de ser una hostia impresionante.
El
olor de los gases desprendidos por la ambulancia al ralentí en la que
introducían a mi chica malherida, mientras maldecía mi nombre y aullaba de
dolor, me impedían responder. Estaba totalmente aturdido. La ambulancia se la
llevó, dejando en mis oídos un estridente sonido de sirenas, entonces comencé a
recordar…
Jamás debí meterla en todo esto, aunque en
principio no lo vi tan complicado, pero alguien debió dar el chivatazo de que
una pareja de motoristas llevaban en sus alforjas una pequeña carga de armas
cortas y munición. Tras realizar la
entrega a nuestro contacto y cobrar el resto de la pasta, nos iríamos a la
costa a pasar unos días. Cuando vi por el retrovisor los coches y las motos de los picoletos, supe que las vacaciones se
habían jodido. Me asusté, aceleré y el desenlace fue fatal.
Entre dolores y quejidos que nadie parecía escuchar, no dejaba de darle vueltas a la idea de que
fuimos un cebo fácil para despistar un envío mayor; sin embargo, desistí de
esta idea cuando de repente y a toda velocidad, llegó a la zona del accidente
una monster 800cc totalmente blanca, perfectamente “cafeteada”,
que burlaba con asombrosas maniobras el control policial, plantándose frente a
mí con un certero derrape. Sin darme opción, la conductora, embutida en un mono
de cuero del mismo color que su moto, me agarró por el hombro con un “¡vamos!” tan imperativo que casi no
me da tiempo a ponerme el casco. Me agarré con fuerza y me sacó de allí casi
volando con la misma maestría con la que llegó. Estaba claro que, o los jefes
eran muy profesionales, o no querían que hablara del asunto. En cualquier caso
me alegré.
Sin mediar palabra me llevó por la autovía
hasta la ciudad y sin entender por qué, paramos en la parte de detrás del
hospital. Imaginé que, o era el mejor sitio para escondernos o querría que
algún médico conocido revisara mi magullado cuerpo.
Agarrándome por la mano y sin quitarnos los
cascos, hizo que me bajara del vehículo y corrimos por pasillos que
correspondían a lavanderías, cocinas, y almacenes, evitando las partes principales de acceso, hasta que
llegamos a la parte de urgencias, donde mi chica aun consciente estaba siendo sedada mientras
le cortaban la ajustada ropa de motorista para hacerle las curas más urgentes.
Hice intento de ir a su encuentro con evidente preocupación, a lo que mi
salvadora me detuvo firmemente diciéndome: ¡ “ahora no podrías hablar con
ella”! .
Salimos de allí rápidamente y una creciente inquietud y preocupación parecía
afectar a mi compañera, que miraba a todos lados y se giraba a la vez que corría. Llegamos a
una sala donde la policía se movía con rapidez y escondidos tras una esquina
pude ver como un guardia civil interrogaba a mi padre, mientras mi madre con la
cara entre las manos, lloraba y se lamentaba
de lo mal que había actuado yo
toda mi vida. Lloré sin ningún esfuerzo todas las lágrimas que me quedaban. Entonces fui
consciente, por primera vez, de ser una mala persona.
De nuevo me sacó de allí con prisa, mucha más
que la que había habido hasta el momento, gritándome que se acababa el tiempo.
No sabía que decir; ¿tiempo para qué?...
Imaginé que nos iríamos ya, pues burlar una
vez más a la pasma se me antojaba harto difícil y arriesgado, Llegamos a un
pasillo, muy largo que conforme avanzábamos se iba iluminando a nuestro paso y
oscureciéndose tras de nosotros. Siempre me moló el rollo de las células
fotoeléctricas.
De repente paramos en seco, justo frente al
mortuorio. La preocupación por mi novia se acentuó unos instantes, pero pasó a
un segundo plano cuando desde la puerta, mirando por los cristales comencé a
sudar, a tener frío y a dolerme todo el cuerpo por primera vez desde la caída.
Desde fuera pude verme a mí mismo desnudo, tendido sobre una mesa y con una etiqueta
colgando de mi pié.
El miedo es la sensación más fuerte y
primaria del ser humano, la que te hace sentir más vivo o más muerto; y yo
tenía más miedo del que tuve en mi vida, dicho esto con toda la intención. Mi
acompañante debió notar claramente mi estado y poniendo su mano sobre mi pecho
me pidió calma. Se quitó el casco y la pude reconocer. No se como, aquella
chiquilla delgaducha de la que todo el mundo se burlaba en el instituto, pero
con la que yo congenié bastante hasta el punto de haber llegado a tener algún afectuoso encuentro, era ahora una hábil motorista con más fuerza
que una Road King. Me dio brevemente
las gracias por aquella vez que la
protegí de unos “chuleras” de su clase que la molestaban y me apremió para
correr, ya que a la vuelta del pasillo se empezaban a oír los gritos de una
jauría que, ahora estaba seguro, no era la policía.
La zona oscura del fondo del pasillo se
iluminó de un rojo cinabrioso, mezclándose con un humo amarillo que desprendía
un pestilente olor a azufre. Ante nosotros se plantaron no menos de doce
tétricas y espectrales figuras con punzantes cornamentas que arrastraban mazos, cadenas y cortantes
objetos que daban pavor sólo con mirarlos.
De nuevo se giró hacia mí diciéndome muy precipitadamente que las
veces que protegí a algún débil acosado, la preocupación que sentí por mi novia
en el accidente y el dolor que me causaron las lágrimas de mi madre, me
salvaban de algo peor que la muerte. Todo me había sido perdonado. Me señaló el pasillo a nuestra espalda, que
de pronto se abría al infinito llenándose de una claridad cegadora. A unos dos
metros de donde nos encontrábamos, aparecía milagrosamente mi Bonni, totalmente reparada y en marcha.
Subí a la moto a la vez que me ordenó, “¡Corre
que de los demonios me ocupo yo!”. Mientras aceleraba hacia la nada, pude
ver por el retrovisor como me dirigía una última mirada protectora, después, se
elevó medio metro sobre el suelo y a la vez que se giraba hacia las huestes del
diablo, desplegó unas enormes alas blancas y se fue a por ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Espacio para los comentarios que estimeis realizar. Agradezco de antemano todos ellos.